viernes, 23 de julio de 2010

Sueño de una chica con mucha imaginación y esperanza

Ella nunca, nunca se rindió. Quizás no lo supiera, pero ésa es la clave del éxito.

Esta historia, como todas las demás (aunque no lo cuenten), comienza en un hospital. Eran las 9 en punto de la mañana, cuando una pareja de recién casados entran corriendo por la entrada principal del hospital. El hombre estaba muy nervioso y rojo, como siempre que no sabía bien cómo actuar, y la mujer tenía una mezcla de sentimientos interiores que se reflejaban en su cara como "mala leche". En seguida una enfermera se dio cuenta de lo que ocurría y se llevó a la pareja a una sala en el ala de maternidad. Unos cuantos minutos después (o incluso horas), la mujer daba a luz a una niña a la que llamaron Eleanor.
Durante su infancia, fue muy querida por toda su familia. Era preciosa, y muy especial, aunque nadie se dio cuenta. Le encantaban las historias de los cuentos con finales felices, y con sus muñecas, creaba historias que al mejor director de cine le habría encantado poner en alguna película, pero al día siguiente se le olvidaban, lo cual no era problema ya que inventaba otras prácticamente mejores.
Tenía a sus pequeñas amigas con las que jugaba en los recreos, pero a veces, cuando todas iban a jugar, ella se quedaba observando una nube, un insecto, una flor, o reproduciendo mentalmente una risa que oyera hace poco. Sus amigas la llamaban (-¡Eleanoooooor!) y ella se volvía, les sonreía e iba corriendo de nuevo hasta ellas. Nadie interpretó esto como ansias de volar hacia un mundo de fantasía y mucha imaginación, sino como que era una chica despistada.
Eleanor no sabría describir el porqué, pero considera que tuvo una infancia muy feliz. Personalmente, yo creo que es porque es la etapa de la vida, donde las fantasías son lo más importante de tu vida y la imaginación es un gran tubo de pasta de dientes que nunca se acaba.
Hasta que un día se acaba.
El día en que Eleanor abandonó la niñez, fue el mismo día que conoció a Jack. Y no es coincidencia que esto pasase el mismo día.
Eleanor se enamoró.
Y Jack también.
De otra chica.
Todos los días, Eleanor pasaba 2 horas (como mínimo) haciendo dibujos, poemas e historias sobre Jack. Lo guardaba todo en una gran caja que escondía en un recoveco de su armario que nadie más que ella sabía que existía. Y el día en que la caja se llenó (muchos años después), fue el día en que Eleanor se enteró de que Jack se marchaba de la cuidad. Y ni siquiera sabía adónde. Lo más irónico de todo, es que se enteró por la chica de la que estaba enamorado Jack, y la muy tonta no quería decirle a Eleanor dónde pasaría Jack el resto de su vida. Al fin, cuando consiguió convencerla de que se lo dijera, la niña prometió contárselo al día siguiente.
La niña fue atropellada ese día. Nunca recuperó la memoria. Y era la única que sabía algo de Jack (el chico no era muy hablador).
Eleanor dejó de escribir y dibujar. Ahora se dedicaba a pensar, e intentar descubrir dónde podía estar Jack.
Pensaba todos, todos, todos los días en él. Y eso que Eleanor ya era mayorcita y todos le aconsejaban que se buscase a otro hombre. No sería por falta de pretendientes, pues todos tenían ojos y veían que aquella chica era realmente preciosa. Pero eso le daba igual, porque ella prefería vivir en su Luna, que en la Tierra, donde nadie parecía entender que ella estaba enamorada y lo único que quería era reencontrarse con su amado.
Un día, se encontraba tan estresada, que ni siquiera pensó en Jack. El estrés se debía a que tenía que encontrar un trabajo YA. Envió curriculums por todas partes, e incluso por internet.
Por un fallo en la web de una empresa donde estaba buscando trabajo, aparecieron todos los demás que se ofrecían para el puesto. Uno se llamaba Jack. Y lo conoció en seguida en la foto. Lo había encontrado.
To be continued.

martes, 13 de julio de 2010

Mi primera vez

Es complicado presentarse ante algo que puede ver tanta gente, durante puede que muchos años, por primera vez. ¿Qué puedo decir? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo enseñar? Es un momento histórico, que no se volverá a repetir nunca, nunca jamás. Primera vez sólo hay una, y ésta, es mi primera vez en un blog.
Las primeras impresiones son algo muy importante. Vaya si lo son. Luego eso cambia absolutamente conforme vas conociendo a la persona, al animal, a la planta o a la persiana. Pero siempre (bueno, no siempre) te queda el recuerdo de lo que pensaste cuando viste aquéllo por primera vez. Así pues, tú (sí, tú) ya te estás formando una primera impresión, ¿no es cierto?
Ay, mi pequeño humano/androide/zombie... Empezaba a echar de menos estos monólogos.
Bien, pues hoy, lunes o martes, no estoy segura de en qué día sobrevivo, queda para la prosperidad mi primera vez. ¿Y a que no sabes qué? Ha sido contigo.
Muchas gracias, y no temas, porque volveré pronto.

Vampiro

Una chica blanca que se resiste a ponerse al sol para no broncear su piel, pero que con sólo levantar la mirada y descubrir que el hombre que viene de frente es aquél con el que sueña todas las noches, es capaz, por increíble que parezca, de convertirse en un absurdo tomate rojo. Muy rojo.
Día tras día, esta peculiar protagonista, convive con una timidez que no sería la primera vez que le juega malas pasadas. Las lágrimas de insatisfacción han dejado de resultar incómodas. La costumbre, ya sabes.
A veces siente miedo. Otras veces, pena. Y otras, vergüenza. Cualquier excusa es buena para desviar la mirada y no dirigirle la palabra a aquel ser aparentemente perfecto, tanto por dentro como por fuera, que la trae de cabeza.
El miedo al fracaso y a hacer el ridículo le resulta horriblemente duro. La pena por sí misma, a veces le parece aplastante. Pero la vergüenza… La horrible vergüenza que siente de ella misma… Es el punto que termina de no dejarla actuar.
Pero sólo con imaginar que Él le dice algo, pronuncia cualquier palabra, cualquier sonido, y que se dirige solamente a ella, a nadie más que a ella… la piel se le pone de gallina, cierra los ojos y llora, no muy segura de por qué. Quizás de felicidad, o quizás de tristeza porque sabe que no pasará si sigue comportándose como una estúpida. Pero ya es muy tarde para cambiar.
Él, Él, Él. El dueño de sus pensamientos. El mandamás en sus sentimientos. El rey de su mundo interior. Qué curioso que con tantos títulos y haciéndole sentir a una persona tantísimo, Él ni se dé cuenta. Ella es una pequeña hormiguita del hormiguero, mientras que él es la hormiga reina, sin quererlo y sin saberlo.
A veces siente la necesidad de gritar y confesar lo que siente. Quizás se atreviese a hacerlo si supiese qué demonios le ocurre. Si supiese qué siente. Y si supiese por qué. “¿Qué narices me pasa? ¿Por qué no doy hablado con él? ¿Por qué no me lo saco de la cabeza? ¿Por qué? ¿Por qué?”

Pequeña e inocente chiquilla… It’s only love.