Una chica blanca que se resiste a ponerse al sol para no broncear su piel, pero que con sólo levantar la mirada y descubrir que el hombre que viene de frente es aquél con el que sueña todas las noches, es capaz, por increíble que parezca, de convertirse en un absurdo tomate rojo. Muy rojo.
Día tras día, esta peculiar protagonista, convive con una timidez que no sería la primera vez que le juega malas pasadas. Las lágrimas de insatisfacción han dejado de resultar incómodas. La costumbre, ya sabes.
A veces siente miedo. Otras veces, pena. Y otras, vergüenza. Cualquier excusa es buena para desviar la mirada y no dirigirle la palabra a aquel ser aparentemente perfecto, tanto por dentro como por fuera, que la trae de cabeza.
El miedo al fracaso y a hacer el ridículo le resulta horriblemente duro. La pena por sí misma, a veces le parece aplastante. Pero la vergüenza… La horrible vergüenza que siente de ella misma… Es el punto que termina de no dejarla actuar.
Pero sólo con imaginar que Él le dice algo, pronuncia cualquier palabra, cualquier sonido, y que se dirige solamente a ella, a nadie más que a ella… la piel se le pone de gallina, cierra los ojos y llora, no muy segura de por qué. Quizás de felicidad, o quizás de tristeza porque sabe que no pasará si sigue comportándose como una estúpida. Pero ya es muy tarde para cambiar.
Él, Él, Él. El dueño de sus pensamientos. El mandamás en sus sentimientos. El rey de su mundo interior. Qué curioso que con tantos títulos y haciéndole sentir a una persona tantísimo, Él ni se dé cuenta. Ella es una pequeña hormiguita del hormiguero, mientras que él es la hormiga reina, sin quererlo y sin saberlo.
A veces siente la necesidad de gritar y confesar lo que siente. Quizás se atreviese a hacerlo si supiese qué demonios le ocurre. Si supiese qué siente. Y si supiese por qué. “¿Qué narices me pasa? ¿Por qué no doy hablado con él? ¿Por qué no me lo saco de la cabeza? ¿Por qué? ¿Por qué?”
Pequeña e inocente chiquilla… It’s only love.
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