Ella nunca, nunca se rindió. Quizás no lo supiera, pero ésa es la clave del éxito.
Esta historia, como todas las demás (aunque no lo cuenten), comienza en un hospital. Eran las 9 en punto de la mañana, cuando una pareja de recién casados entran corriendo por la entrada principal del hospital. El hombre estaba muy nervioso y rojo, como siempre que no sabía bien cómo actuar, y la mujer tenía una mezcla de sentimientos interiores que se reflejaban en su cara como "mala leche". En seguida una enfermera se dio cuenta de lo que ocurría y se llevó a la pareja a una sala en el ala de maternidad. Unos cuantos minutos después (o incluso horas), la mujer daba a luz a una niña a la que llamaron Eleanor.
Durante su infancia, fue muy querida por toda su familia. Era preciosa, y muy especial, aunque nadie se dio cuenta. Le encantaban las historias de los cuentos con finales felices, y con sus muñecas, creaba historias que al mejor director de cine le habría encantado poner en alguna película, pero al día siguiente se le olvidaban, lo cual no era problema ya que inventaba otras prácticamente mejores.
Tenía a sus pequeñas amigas con las que jugaba en los recreos, pero a veces, cuando todas iban a jugar, ella se quedaba observando una nube, un insecto, una flor, o reproduciendo mentalmente una risa que oyera hace poco. Sus amigas la llamaban (-¡Eleanoooooor!) y ella se volvía, les sonreía e iba corriendo de nuevo hasta ellas. Nadie interpretó esto como ansias de volar hacia un mundo de fantasía y mucha imaginación, sino como que era una chica despistada.
Eleanor no sabría describir el porqué, pero considera que tuvo una infancia muy feliz. Personalmente, yo creo que es porque es la etapa de la vida, donde las fantasías son lo más importante de tu vida y la imaginación es un gran tubo de pasta de dientes que nunca se acaba.
Hasta que un día se acaba.
El día en que Eleanor abandonó la niñez, fue el mismo día que conoció a Jack. Y no es coincidencia que esto pasase el mismo día.
Eleanor se enamoró.
Y Jack también.
De otra chica.
Todos los días, Eleanor pasaba 2 horas (como mínimo) haciendo dibujos, poemas e historias sobre Jack. Lo guardaba todo en una gran caja que escondía en un recoveco de su armario que nadie más que ella sabía que existía. Y el día en que la caja se llenó (muchos años después), fue el día en que Eleanor se enteró de que Jack se marchaba de la cuidad. Y ni siquiera sabía adónde. Lo más irónico de todo, es que se enteró por la chica de la que estaba enamorado Jack, y la muy tonta no quería decirle a Eleanor dónde pasaría Jack el resto de su vida. Al fin, cuando consiguió convencerla de que se lo dijera, la niña prometió contárselo al día siguiente.
La niña fue atropellada ese día. Nunca recuperó la memoria. Y era la única que sabía algo de Jack (el chico no era muy hablador).
Eleanor dejó de escribir y dibujar. Ahora se dedicaba a pensar, e intentar descubrir dónde podía estar Jack.
Pensaba todos, todos, todos los días en él. Y eso que Eleanor ya era mayorcita y todos le aconsejaban que se buscase a otro hombre. No sería por falta de pretendientes, pues todos tenían ojos y veían que aquella chica era realmente preciosa. Pero eso le daba igual, porque ella prefería vivir en su Luna, que en la Tierra, donde nadie parecía entender que ella estaba enamorada y lo único que quería era reencontrarse con su amado.
Un día, se encontraba tan estresada, que ni siquiera pensó en Jack. El estrés se debía a que tenía que encontrar un trabajo YA. Envió curriculums por todas partes, e incluso por internet.
Por un fallo en la web de una empresa donde estaba buscando trabajo, aparecieron todos los demás que se ofrecían para el puesto. Uno se llamaba Jack. Y lo conoció en seguida en la foto. Lo había encontrado.
To be continued.
Mi guuuuuuuuuusta!! *_____*
ResponderEliminarMe alegro :D
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