domingo, 25 de septiembre de 2011

Cada vez lo tengo más claro. Yo no pertenezco a este mundo. Me duele incluso tener que hacerlo. Yo pertenezco a la naturaleza. Ésa que apenas existe ya por culpa de quien todos sabemos. Sí, a esa persona que cada uno conoce mejor que nadie. El que lleva nuestra apariencia, nombre y apellidos. Cada uno de nosotros.
Aborrezco a la mayoría de los humanos, mis verdaderos amores son las criaturas que consideramos irracionales, pero sin embargo son más inteligentes que nosotros. Desearía ser uno de ellos y no uno de lo que soy. La gente reacciona diciendo cosas como "Pero no tendrías sentimientos". ¿Perdón? Si los animales pudieran entenderte eso se reirían de tu estupidez. O también suelen reaccionar dando a entender que no comprendería el cambio. Pero me da igual.
Seguramente nadie haya entendido nada de lo que he dicho, pero hablo más para mí misma que para cualquier otro. Quiero recordarme estas palabras, y jamás olvidar este sentimiento. Si lo perdiese, me habría perdido a mí misma, lo que soy, y lo que un poco todos somos, y que hemos sido.

sábado, 28 de mayo de 2011

El sueño


El sueño nos acaba alcanzando a todos. Rebeliones, saltos, pasiones, todas acaban cuando te acuestas y entras en el mundo del sueño.
Pero yo no quiero irme a dormir. No, no mientras el sueño no me obligue urgentemente a tener que hacerlo. No, no quiero separarme de ti. No quiero tener que despedirme. La idea de dejarte y meterme en una cama donde no está quien quiero, es dolorosa. Quiero entrar en la oscuridad de mi habitación, buscar en silencio y a ciegas mi cama, palparla, sentir tu bulto y meterme dentro contigo, es una idea que me provoca un llanto de alegría. Acurrucarme a tu lado, besarte, tanto si te has dormido ya o no. Y dejar el mundo junto a ti. Que nuestras mentes se conecten, y no despertar jamás. Para qué querría más. Sé que si me duermo a tu lado no tendré sueños. Estarán todos cumplidos. No puedo aspirar a más.

lunes, 4 de abril de 2011

Es y no es

No es la edad que tienes. No es cuánto mides. No es cuánto dinero tienes. No es a qué te dedicas. No es cuántos amigos tienes. No es a qué hora te levantas. No es cuánto vale tu ropa. Ni tus zapatos. Ni tu casa. No es las parejas que has tenido. Ni las que tendrás. No es la nota que obtienes en tus exámenes. No es cuánto comes casa día. No es cuánto minutos tardes. No es el número de páginas de un libro. No son los segundos que dura.
Es a qué hueles. Es el timbre de tu voz. Es cómo suena tu risa. Es el color de tu pelo. Es tu sonrisa al ver aquello que te apasiona. Es el rubor de tus mejillas. Es lo que te gusta y te sientes orgulloso. Es lo que te gusta y no le dices a nadie. Es tus secretos. Es aquello por lo que te conocen. Es tus recuerdos. Es aquello por lo que lloras. Es lo que más te hace reír. Es lo que odias.
La vida no es orden. Tú no eres números. Tú eres tú.

lunes, 7 de marzo de 2011

Historias.

Todo un mundo inmenso a rebosar de historias, plantas, personas y demás cosas. Infinitos mundos que puedas crear a rebosar de todavía más infinitas historias sobre todavía más cosas. Todo un teclado con prácticamente todos los signos, números y letras existentes en mi idioma. La imaginación humana, absolutamente increíble e inacabable...
Pero si la inspiración está ausente... Olvídate de ponerte a escribir.

domingo, 6 de febrero de 2011

Puedes comenzar a vomitar arco írises


Hoy, creo que encuentro el mundo con más colores de los habituales. Después de una noche a oscuras y sueños color verde-vidrio, la luz de la mañana es inusualmente radiante. ¿Será que la primavera está cerca, o que soy yo la está más feliz? Bueno, creo que eso me da igual. Cuando te gusta tanto imaginar y soñar, que tu día sea como un sueño con olor y tacto a nube de azúcar te hace olvidar ligeramente las leyes de la realidad.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Buen tiempo


Ya era otro día. Eso era lo que me anunciaba el despertador. Qué odioso objeto.
Me quité las sábanas y mantas de encima con fuerza, y al levantarme de golpe sentí un mareo. Tanteando en la oscuridad, me puse las zapatillas y fui hasta la ventana a subir la persiana. Cuál fue mi sorpresa al descubrir el maravilloso día que se me presentaba. El tiempo era insuperable.
Con la alegría de descubrir aquel buen tiempo, fui hasta la cocina y me serví mi habitual bol de cereales y leche. No encendí la televisión, sino que miré por la ventana, apreciando una suave brisilla que se colaba entre el borde de la ventana y la pared.
Había cambiado mi visión del día. Ahora era mucho mejor.
Después de dejar el bol en el fregadero (ya lo lavaría), me dirigí a mi habitación, donde me vestí y preparé mis cosas para irme a trabajar. Luego salí, cerrando la puerta con llave. Al llegar al portal, respiré hondo, miré al cielo y sonreí. Llovía.