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Ya era otro día. Eso era lo que me anunciaba el despertador. Qué odioso objeto.
Me quité las sábanas y mantas de encima con fuerza, y al levantarme de golpe sentí un mareo. Tanteando en la oscuridad, me puse las zapatillas y fui hasta la ventana a subir la persiana. Cuál fue mi sorpresa al descubrir el maravilloso día que se me presentaba. El tiempo era insuperable.
Con la alegría de descubrir aquel buen tiempo, fui hasta la cocina y me serví mi habitual bol de cereales y leche. No encendí la televisión, sino que miré por la ventana, apreciando una suave brisilla que se colaba entre el borde de la ventana y la pared.
Había cambiado mi visión del día. Ahora era mucho mejor.
Después de dejar el bol en el fregadero (ya lo lavaría), me dirigí a mi habitación, donde me vestí y preparé mis cosas para irme a trabajar. Luego salí, cerrando la puerta con llave. Al llegar al portal, respiré hondo, miré al cielo y sonreí. Llovía.
Me quité las sábanas y mantas de encima con fuerza, y al levantarme de golpe sentí un mareo. Tanteando en la oscuridad, me puse las zapatillas y fui hasta la ventana a subir la persiana. Cuál fue mi sorpresa al descubrir el maravilloso día que se me presentaba. El tiempo era insuperable.
Con la alegría de descubrir aquel buen tiempo, fui hasta la cocina y me serví mi habitual bol de cereales y leche. No encendí la televisión, sino que miré por la ventana, apreciando una suave brisilla que se colaba entre el borde de la ventana y la pared.
Había cambiado mi visión del día. Ahora era mucho mejor.
Después de dejar el bol en el fregadero (ya lo lavaría), me dirigí a mi habitación, donde me vestí y preparé mis cosas para irme a trabajar. Luego salí, cerrando la puerta con llave. Al llegar al portal, respiré hondo, miré al cielo y sonreí. Llovía.